Cuando estamos camino de la frontera (final)

Publicado

Primer paso: ir a la comisaría a denunciar la pérdida del pasaporte. Creo que puedo incluir esta experiencia en el top de momentos inquietantes de mi vida. Mientras María rellenaba un formulario contando la incidencia, llegó un hombre a la planta en la que estábamos, con aspecto de haber estado bebiendo durante toda la noche, exigiendo a gritos que le metieran en la cárcel (hablaba inglés, por lo que pudimos seguir el diálogo). A las peticiones del policía para que se calmase, él seguía insistiendo: “Llevo toda la noche pidiéndolo, ¡quiero que me metas en la cárcel!”. En cuanto María firmo, salimos por patas, poniendo de por medio la mayor distancia posible con ese individuo.

Segundo paso: la embajada española en Atenas. Aquí las instalaciones fueron un poco más acogedoras. Tardaron en recibirnos pero, con el calor que hacía fuera, no tuvimos ningún inconveniente en esperar en una sala con aire acondicionado y un dispensador de agua. Finalmente, Isaac y María fueron recibidos por la persona adecuada, mientras los demás usábamos el wifi para buscar vuelos asequibles para María en caso de no poder cruzar Bulgaria y no poder continuar en tren.

Cuando tanto tiempo esperando ya no auguraba buenas noticias, Isaac y María volvieron triunfantes, con un salvoconducto en sus manos que permitía a María viajar por toda Europa, incluyendo zona no-Schengen. ¡Objetivo conseguido!

A partir de ahí, el viaje fue rodado. Por supuesto, seguimos conociendo gente peculiar, durmiendo en el suelo y esperando que la suerte estuviera de nuestra parte en algunas ocasiones. Pero, después de la siesta que nos pegamos en unos bancos del Jardín Nacional de Atenas, después de haber vivido una aventura retrocediendo sobre nuestros pasos para poder cruzar la frontera, todos los problemas se habían vuelto significativamente más pequeños.

Autor