Cuando estamos camino de la frontera (pt. 2)

Publicado

En tierra de nadie, con el grupo reunido de nuevo, tocaba explorar nuestras alternativas. De aquella no había roaming, así que encender los datos para buscar información en la otra punta de Europa no era la opción más atractiva. Nos fuimos a lo básico: preguntar. Como he dicho, tierra de nadie; podíamos elegir entre el casino o la garita policial de la frontera. Optamos por lo segundo, y el guarda nos indicó que, si seguíamos andando por la carretera unos 2 km, había una tienda de ultramarinos que a lo mejor podría indicarnos mejor. Pues al lío.

El primer tramo fue fácil, pues seguíamos con la adrenalina de haber sido deportados, y la carretera era amplia y fácil de seguir. En la tienda, compramos algunas provisiones, y preguntamos por algún sitio para pasar la noche. Se me había olvidado mencionar que era sábado a mediodía, por lo que nos señalaron un pueblo cercano (otros 2 km), pero nos recomendaron darnos prisa, pues si la posada no estaba abierta, era difícil encontrar otras tiendas o servicios el sábado por la tarde y el domingo.

Caminamos, menos alegres, y llegamos a un pequeño pueblecito griego, el último antes de la frontera. Casas blancas y pequeñas, una iglesia con un bonito campanario y, por suerte, una casa de huéspedes que estaba abierta y ¡tenía habitaciones! Sebas, el dueño, nos acogió con los brazos abiertos, nos enseñó el huerto de la parte trasera, y nos dio permiso para sentirnos como en casa.

Esta parte fue el oasis de la aventura: como hasta el domingo por la tarde no pasaba ningún tren por la estación más cercana (a unos 10km del pueblo), nos dedicamos a dormir, pasear, grabar vídeos memorables y jugar con los perros de la casa. Sebas nos prometió dos taxis para el día siguiente, que nos dejarían en la estación antes de las 5, momento en el cual debía pasar un tren en la dirección que queríamos.

Ya habíamos decidido que la opción más lógica era ir hasta Atenas (con transbordo en Tesalónica), para llegar a la embajada española, y pedir un salvoconducto que le permitiera a María seguir el viaje sin pasaporte. En teoría, no era un trayecto muy complicado. Pero la práctica, en un interrail con Ice Forest, es otra cosa…

Autor