La primera noche en la calle

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Siempre hay una primera vez para todo y nuestra primera noche en la calle llegó pronto, el segundo día del inter-rail. El plan inicial era ir desde Paris hasta Polonia pasando por Alemania, pero como casi siempre los planes de los ferrocarriles franceses no coinciden con los nuestros, la propuesta que nos dieron fue pasar por Ámsterdam. La cosa pintaba bien, íbamos a añadir un país más a la lista de los visitados y no perderíamos demasiado tiempo. Llegamos a la capital del vicio por la tarde y nos fuimos a pasear. El olor a porro, la gente de fiesta, los escaparates del barrio rojo, todo según los previsto. Noche de farra con un grupo de adolescentes por el epicentro del pecado hasta la una de la mañana. Lo que no tuvimos en cuenta es que la mayoría de las estaciones en Europa cierran por la noche y en el caso de Ámsterdan la abrían a las 5 de la mañana. En los alrededores de la estación había unos cuantos mochileros tirados como nosotros pero nuestra opción fue ir a un banco de piedra cerca del MacDonalds, donde vimos cómo decae la fiesta a medida que avanza la madrugada. Por nuestro lado pasaron centenares de personas con altas concentraciones de tóxicos pero no fue especialmente difícil de llevar, no hacía frío.

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