Cuando estamos camino de la frontera... (pt. 1)

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Verano 2014, interrail con un objetivo inexplorado hasta la fecha: Grecia. Para llegar a las tierras Helénicas, abandonamos temporalmente el tren como medio de transporte, y pasamos la noche en un barco que nos llevó desde el puerto de Ancona (Italia) hasta el de Patras (Grecia). La llegada a este país repleto de historia fue bastante amena y divertida, pero no podemos decir lo mismo de la salida.

Después de una noche en un apartamento con unas condiciones de limpieza bastante discutibles (momento álgido para algunos), y un día empapándonos de las maravillas arquitectónicas y la magnificencia del Acrópolis, nos embarcamos de nuevo en nuestro viaje, dirección Bulgaria, con destino Polonia. Tren cómodo, de compartimentos, y con uno solo para nosotros (menos mal, porque teníamos que pasar la noche). Sobre las 9 de la mañana, el tren se detiene, porque estábamos cruzando la frontera con Bulgaria, y al estar fuera de la zona Schengen, había un control obligatorio de pasaportes.

Sin problema, no vamos de ilegales ni nada por el estilo… Cuando una revisora (con los labios perfectamente pintados) llega a nuestro compartimento, sacamos todos los pasaportes para enseñarlos. Mejor dicho, todos menos uno. En algún punto, María había dejado de tener su pasaporte en la mochila, y no tenía el DNI ni ningún otro documento válido. Los revisores nos dieron de margen hasta que terminaran la ronda por el tren para encontrar el pasaporte, y si no, tendríamos que bajarnos del tren.

Después de 15 minutos vaciando y volviendo a llenar su mochila, llegamos a la conclusión de que, efectivamente, el pasaporte estaba perdido. Así que, con la cabeza bien alta, dijimos adiós a los amables revisores, y bajamos del tren. Cuál fue nuestra sorpresa cuando había un coche patrulla esperando a la salida para, literalmente, deportar a María hasta el punto exacto donde el terreno dejaba de ser búlgaro y volvía a ser griego. El resto no tuvimos tanta suerte de vivir esa experiencia, y tuvimos que cruzar la frontera a pie.

La situación era la siguiente: estábamos en una frontera que no podíamos cruzar, sin ningún tipo de plan o de embajada cercana, y lo único que teníamos a la vista era un casino. La aventura acababa de empezar.

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